Invasiones de orugas procesionarias: ¿riesgos y soluciones?

Cada año reaparecen, transformando nuestros jardines, bosques y a veces incluso nuestros espacios urbanos en auténticas zonas de peligro. Las orugas procesionarias son pequeñas criaturas de aspecto inofensivo, pero constituyen un peligro muy real tanto para los seres humanos como para los animales. Urticantes, alergénicas y destructoras de los árboles, se propagan a un ritmo impresionante, favorecidas por inviernos más suaves y un clima cambiante. ¿Cómo reconocerlas? ¿Qué peligros entrañan? Y, sobre todo, ¿cuáles son las soluciones para eliminarlas o limitar su propagación? He aquí cómo.

¿Qué es la procesionaria?

¿Quiénes son y cómo viven?

Las procesionarias del pino y del roble pertenecen a la familia de los lepidópteros. Tienen un ciclo vital bien establecido: nacen como larvas, pasan por varias fases de desarrollo y acaban convirtiéndose en polillas. Pero es en su forma de oruga cuando plantean un problema.
En invierno, forman llamativos nidos de seda en los árboles. En cuanto aparecen los primeros rayos de sol primaverales, descienden en fila india, de ahí su nombre, procesionarias, para enterrarse en el suelo y continuar su metamorfosis.

¿Por qué hay cada vez más?

Antes limitadas a algunas regiones del sur de Francia, se han extendido. Hoy se pueden encontrar en casi todas partes, incluso en zonas donde eran raras hace sólo 20 años.
¿El principal culpable? El calentamiento global. Los inviernos más fríos les permiten sobrevivir en mayor número. Si a esto añadimos la desaparición de algunos de sus depredadores naturales (como los carboneros) y el aumento de las plantaciones de pinos, tenemos una invasión difícil de frenar.

Los riesgos asociados a la procesionaria

Un peligro para el ser humano

El principal problema de la procesionaria son sus pelos urticantes. Invisibles a simple vista, se desprenden con facilidad y se dispersan en el aire. El resultado: el menor contacto puede significar un desastre.
Los síntomas varían de una persona a otra. Algunas experimentan simples picores, mientras que otras desarrollan verdaderas reacciones alérgicas: enrojecimiento, edema y dificultades respiratorias. Peor aún, si estos pelos llegan a los ojos, pueden provocar una conjuntivitis grave.

Un azote para los animales

Si el contacto es desagradable para nosotros, es mucho peor para nuestras mascotas. Los perros, a menudo curiosos, no dudan en olisquear o lamer estas orugas. Y entonces empieza el drama.
La lengua puede hincharse hasta provocar necrosis y, sin una intervención rápida, el animal puede perder parte de la lengua o incluso morir. Lo mismo ocurre con los caballos y los gatos, que no son inmunes.

Un impacto ecológico importante

Los bosques también sufren. Las orugas procesionarias se alimentan de agujas de pino y hojas de roble, debilitando los árboles y haciéndolos más vulnerables a enfermedades y otras plagas.

Soluciones para combatir la invasión

Buenas prácticas para prevenir su llegada

Es innegable que, una vez instaladas, las procesionarias son difíciles de erradicar. Así que lo mejor es actuar con antelación.

He aquí algunas soluciones eficaces:

  • Elimine los nidos en invierno: si detecta estas bolas sedosas en los árboles, lo mejor es retirarlas antes de que llegue la primavera. Sin embargo, hay que hacerlo con cuidado (e idealmente por profesionales) para evitar dispersar los pelos.
  • Instale trampas de feromonas: estos dispositivos atraen a las mariposas macho e impiden que se reproduzcan, limitando así su proliferación.
  • Estimule a los depredadores naturales: los carboneros, los murciélagos y ciertos insectos adoran estas orugas. Instalar cajas para pájaros es una excelente idea.

Soluciones y tratamientos naturales

También existen métodos más respetuosos con el medio ambiente para gestionar las invasiones: trampas ecológicas: ciertos collares instalados alrededor de los troncos capturan a las orugas cuando descienden para enterrarse.

Tratamientos biológicos: el Bacillus thuringiensis (BT), una bacteria utilizada en pulverización, impide su desarrollo sin perjudicar a otras especies.

¿Deben utilizarse tratamientos químicos?

Existen insecticidas, pero su uso es controvertido. No sólo pueden perjudicar a otros insectos beneficiosos, sino que no siempre son eficaces a largo plazo. En algunas regiones, su uso está estrictamente regulado.

¿Qué dice la ley?

Dada la magnitud del problema, algunos municipios están imponiendo medidas para combatir la procesionaria. Los propietarios de árboles infestados pueden verse obligados a tomar medidas o enfrentarse a multas.

Conclusión

La procesionaria es algo más que una molestia estacional. Su proliferación representa un verdadero reto sanitario y medioambiental. Afortunadamente, existen soluciones, pero requieren un planteamiento colectivo y coordinado.
Si se enfrenta a este problema, no tarde en tomar medidas. La prevención, los métodos naturales y la acción ciudadana son las claves para limitar su impacto. Sobre todo, manténgase alerta, especialmente si tiene niños o mascotas.
¿Te has encontrado alguna vez con estas infames orugas en procesión? ¿Cómo has afrontado la situación? Comparta su experiencia.

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Sylvie
Sylvie
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